No sabía bien como empezar a decirte que…
Me encantan los poros abiertos, que expulsan sudores, que dejan entrever los renglones que aún no están escritos de tu piel y de mi piel. Me encanta hasta el viento más frágil y la fuerza del mar…de mi mar, a oscuras, con tan solo el runrún de tus susurros de fondo, que acarician mis oídos, que me tocan hasta ese sexto sentido.
Querido creyente de todo lo eterno, ¿eterno hasta el punto de que resucite cuando yo no esté? Te hecho de menos, y sin embargo sigo poniendo los cinco sentidos cuando estoy entre las cuatro esquinas de tu cama, porque amor y sexo quizás sean como uña y carne o quizás como agua y aceite, o son inseparables o jamás, jamás se mezclan.
Volviendo a los recuerdos de la rutina, también hecho de menos ese tatuaje que reside bajo tu axila, que une líneas entre costilla y costilla. Y yo qué, aquí sigo como todos los días, apática y desenamorándome del mundo aunque no he de negar que ese mismo mundo últimamente esté dándome razones para sonreír. El corazón me late mucho más fuerte por minutos, como si se fuera a escapar del pecho. No tiene una cavidad, en el fondo siempre he pensado que vaga a sus anchas por cualquier zona del tronco de mi cuerpo, por eso me toque donde me toque preciso sentir sus latidos, en otro caso, algo estaría fallando, sería un punto y aparte.
Es un lujo pertenecer a eso que tú denominas “personas de confianza” pero hasta cierto punto, príncipe. Confías, ¿confías en que tus manos seguirán por debajo de mi falda? ¿Confías en que mañana saldré a buscarte como todos los martes por la tarde? Confías en algo eterno…y sin embargo no te noto preocupante ni preocuparte. ¿Sabes? Aunque creo que nunca te lo he confesado, estoy aquí no sólo para eso, estoy aquí para que vengas a mi encuentro y no te conviertas en rana, estoy aquí para que me despiertes cada mañana, estoy aquí… pero no quiero ser el pez que se muerde la cola, no quiero tu ropa lejos de la mía, no quiero tus sabanas en otro apartamento del armario de la habitación, no quiero los cepillos de dientes en distintos vasos, no quiero tu cigarrillo lejos del mío o en otro cenicero, ni tampoco quiero que me vuelvas a dejar sin mechero que quizás se me apague otra vez la bombilla, que aunque (y me vuelvo a repetir) esté siempre con los cinco sentidos entre las cuatro esquinas de tu cama, el día que deje de estar me echarás en falta. Cuando te falte mi mal humor matutino, mi despertar sin sentido, o mi café por encima del vestido… me echarás en falta.
Ahora vuelvo a pasear por la arena sinuosa que espero que tú aún recuerdes. No dudo que aún te quede en la mente algún pequeño verso de los que te leía a orillas del mar, de esos que te decían todo, mucho más, pero como todo sentimiento este también se contradice y aunque no quiero seguir así, y aunque no quiero que tu cigarro esté lejos del mío, cerca me esta quemando viva.
No sé si te he aclarado algo, en el fondo “príncipe” creo que ni yo misma me entiendo.
Sin embargo alguien me dijo una vez que hay que tener alta la autoestima y la mía la tengo por las nubes, nubes de algodón que me esperaban en la mesita cada noche, y con ellas tú, y tú lunar en la palma de la mano y tu silencio eterno que solo rompías con las miradas que se clavaban en mi, pero adoraba ese silencio. Aún adoro ese silencio. No lo rompería por nada del mundo por muy parlanchina que yo fuese o sea, por mucho daño que me haga no saber lo que piensas, no conocer tus intrigas…Y luego claro, está esperando su momento oportuno para aparecer en mi mente el ya tan famoso refranero español y recordarme que más vale malo conocido que bueno por conocer, y yo sigo aquí, y sigo sin saber que hacer.
Dime, ¿acaso mi acoso ha servido de algo? ¿Acaso mis palabras te han removido la conciencia? Quiero vivir y quiero que los sentimientos no se vayan apagando, que no vuelva a imaginarte acariciando a otra, quiero que tu sonrisa esté enfrente de mi cuando vuelva a casa, quiero que me sigas esperando desnudo en la cama, quiero que tengas que decirme cada noche “hasta mañana” y también quiero que la rutina no termine con todo esto, yo sé que nadie es perfecto. Yo no soy perfecta. Tú no eres perfecto. Lo nuestro, todo esto, tampoco es perfecto.
Y aunque rara vez he puesto en evidencia mis propias palabras, ahora necesito que me digas si esto empieza o todo acaba… Dime, ¿ha merecido la pena mi lucha por ti? ¿Ha sido válida esta lucha de palabras?